LAS DISOCIACIONES EN EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO


En psicología hablamos de disociación como un mecanismo de defensa que puede ir del extremo adaptativo (poder seguir leyendo algo aunque haya una conversación en un bar) al patológico ( insensibilizar emociones o sensaciones y provocar amnesias, fugas, problemas de integración de aspectos de la propia identidad, somatizaciones y problemas relacionales y conductuales diversos).
La disociación se emplea en su origen, para protegernos de traumas relacionales tempranos abrumadores. El niño o la niña expuestos a dificultades tales como el abandono, la negligencia, el abuso físico o psicológico, el caos o la exclusión, llevan a cabo para sobrevivir a su entorno la operación de anestesiar afectivamente las emociones de miedo, confusión, rabia o tristeza que estas situaciones difíciles le generan. Lo hacen para poder sobrevivir a su ambiente y a sus sensaciones internas.
Luego siendo adultos cuando aparecen situaciones similares o evocadoras de su infancia (un jefe que me ignora, un marido que no me hace el caso que espero, una hija que no actúa como yo quiero), vuelven a disociar, actuando como si lo que les ocurre ahora de adultos estuviera fuera de su control, como algo que hay que evitar, de lo que hay que huir, algo que hay que esconder o que da vergüenza, temor o que es odioso e insoportable. Muchos adultos entonces se muestran agresivos, inhibidos, incapaces de responder de forma adulta y con dificultad para controlar conductas y pensamientos y todo ello de modo inconsciente, es decir, sin tiempo para reflexionarlo y comprenderlo, pues resulta demasiado doloroso para hacerlo solos. 
En psicoterapia hay que ayudar al cliente a través de la relación terapéutica a soportar mejor todas estas emociones y sentimientos disociados que a menudo se manifiestan de forma hipoafectiva (quedando la persona desvitalizada, anestesiada) o hiperafectiva (excesivamente activada para poder afrontar bien las situaciones). 
Para Bromberg, la psicoterapia permite a las personas revivir afectos desreguladores a dosis tolerables en un entorno seguro, de modo que los sentimientos traumáticos abrumadores puedan ser regulados e integrados en la vida emocional del paciente, aumentando la tolerancia a los propios estados afectivos positivos y negativos para poder tolerar de forma adaptativa los conflictos y afrontar de forma adulta, responsable y reflexiva las situaciones y las relaciones personales. 
Para Bromberg los traumas de la infancia son como un Tsunami y en la etapa adulta podemos volver a sentir como un Tsunami experiencias evocadoras del pasado, la labor de la terapia es vivir a la sombra del Tsunami sin adentrarse en él y sin dejar que nos ciegue, desde la cercanía relacional y sosteniendo mejor los conflictos internos, comprendiendo las causas externas que los provocaron o que ahora los pueden suscitar. 
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Bibliografía: La sombra del Tsunami. Bromberg. (2011).

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