RESISTENCIAS AL TRATAMIENTO E IMPASSE TERAPÉUTICO


Impasse terapéutico es un estancamiento o parálisis del proceso terapéutico que puede deberse a motivos diversos tales como resistencias, miedos al cambio, conflictos inconscientes y otras variables que detienen el proceso analítico en un punto de difícil resolución.

No ha de confundirse sin embargo, el impasse con la idealización del proceso analítico, ya que las personas cambian en terapia pero hay factores genéticos, sociales, culturales, circunstanciales a las personas que permiten cambiar hasta cierto punto más allá del cual es imposible y contraproducente alargar una terapia.

En la mayoría de los casos si paciente y terapeuta están conformes con los objetivos que se venían marcando y el proceso seguido juntos, el alta terapéutica será una decisión tomada conjuntamente, es decir, de mutuo acuerdo.

Pero a menudo existe un aparente acuerdo entre analista y cliente,  por debajo del cual el cliente está cuestionando las premisas del trabajo terapéutico de forma oculta, silenciosa y escondida, pudiendo estar en el fondo completamente en desacuerdo con el trabajo analítico y ello conducirle a un estancamiento del proceso terapéutico.

En general cuando todo parece marchar bien, pero no se observa ningún cambio en el cliente entonces probablemente se esté produciendo un impasse o una reversión de la perspectiva de lo que ocurre dentro y fuera del encuadre terapéutico.

Otro tipo de resistencia o de impasse es la reacción terapéutica negativa, es decir, cuando el cliente reacciona muy negativamente a todos los intentos del terapeuta por cuidarle, ayudarle y mejorarle, lo que puede ser debido a sentimientos de culpabilidad o de envidia interiorizados,  que de forma masoquista trata de satisfacer. También puede darse cuando el cliente esta rabioso y disconforme con las interpretaciones del analista, siendo esta su forma de exteriorizarlo, recrudeciendo los síntomas.

No siempre que un cliente no se siente  ayudado es debido a que tenga una resistencia, sólo algunas, por tanto el analista ha de preguntarse qué hace o no hace, dice o no dice y qué es lo que no llega a su paciente.

El análisis funcionando bien es como una danza, donde terapeuta y cliente pueden mostrarse libremente y entre ellos hay comprensión, entendimiento y respeto, cuando ello no es así se produce una disyuntiva de incomprensión que produce sufrimiento y decepción del uno con el otro.  

Además en un análisis que funciona tanto paciente como analista pueden en lugar de complementarse en formas rígidas de ser (activo/pasivo, hombre/mujer, víctima/maltratador) cocrear espacios de reflexión mutuamente,  donde cada uno sienta lo propio y fantasee con lo que le pasa al otro.

 
Normalmente si el paciente se siente libre para pensar acerca de si mismo pero también acerca del analista,  se crea un espacio de libertad y de terceridad que permite superar resistencias y bloqueos terapéuticos. Es por eso importante que los clientes puedan sincerarse al respecto de lo que les ocurre con sus terapias, con sus terapeutas y cuáles son sus fantasías y deseos y que los terapeutas se coloquen en posiciones flexibles y constructivas donde puedan verse a si mismos y a sus clientes y a la danza que van construyendo juntos.

Bibliografía: El impasse de Joan Coderch.

http://www.psicoterapiarelacional.es/Portals/0/eJournalCeIR/V4N3_2010/03_Coderch_Impasse_CeIRV4N3.pdf

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